jueves, 25 de abril de 2013

EN EL PARQUE NATURAL DE LAS DUNAS DE LIENCRES

No era una visita con intención de pajarear, sino de pasar el día en la playa y paseando por los alrededores.

Una imagen del Parque Natural de las dunas de Liencres.
Aún así, mi instinto de amante de las aves me impidió abstraerme cuando comencé a ver bandos de lavanderas boyeras volando por encima de mi cabeza mientras caminaba por las dunas. Por lo que saqué mi réflex de la mochila y comencé a tirar unas cuantas fotos a una ibérica Motacilla flava iberiae que reclamaba a poca distancia.

Ejemplar macho de lavandera boyera ibérica Motacilla flava iberiae.
Durante todo el camino, las aves más comunes fueron las cogujadas comunes Galerida cristata que revoloteaban y cantaban por todos los rincones.
Al atravesar las dunas alcancé la orilla de la ría de Mogro, en la cual sorprendí a un nutrido bando de limícolas compuesto por correlimos comunes Calidris alpina (la mayoría con el plumaje nupcial), cuatro correlimos tridáctilos Calidris alba, chorlitejos grandes Charadrius hiaticula y dos zarapitos reales Numenius arquata.

Bando de correlimos comunes, chorlitejos grandes y tres correlimos tridáctilos.
Se alimentaban constantemente en la zona intermareal que quedaba al descubierto con la bajamar.

Mirará donde mirará cholitejos y correlimos lo cubrían todo, en total, aproximadamente una centena de limícolas.

Chorlitejo grande Charadrius hiaticula.
Además, pude constatar que los correlimos comunes pertenecían a la subespecie schinzii, propia del Sur de Escandinavia y Oeste de Europa, con un plumaje más apagado que el de la subespecie nominal propia del Norte de Fennoscandia.
Correlimos comunes Calidris alpina schinzii.
Una vez en la playa, el grupo paso volando por la orilla cambiando de dirección como había visto en documentales de las costas del norte de Europa.
Posteriormente, encontré dos cadáveres bastante descompuestos de alcatraz atlántico Morus bassanus y uno reciente de Arao común Uria aalge.


Cadáver de alcatraz atlántico Morus bassanus.

Cadáver de arao común Uria aalge recién arrojado por la mar.

Detalle de la cabeza.
Por último, ayer de madrugada escuché reclamar a un ave en el parque del Arenal (Bilbao)con árboles Platanus hispanica, que en principio atribuyo a una cárabo común Strix aluco, aunque no había oído antes dicho reclamo en esta especie. Por lo tanto, en los próximos días, me daré una vuelta por Bilbao para confirmar su presencia y también la de los autillos Otus scops, que el año pasado criaron en los platanos de mi ciudad.

Atardecer en el Parque Natural.
¡Hasta la próxima entrada

jueves, 11 de abril de 2013

Y A LA TERCERA... NO FUE LA VENCIDA

Era la tercera vez que visitaba las marismas de Gauteguiz-Arteaga en los últimos meses para ver Avetoro europeo Botaurus stellaris, pero no fue posible.
En cambio, observé otras especies que no por más comunes son menos bonitas o interesantes. Disfruté como un enano viendo a los lúganos Carduelis spinus alimentarse o a decenas de aviones zapadores Riparia riparia y golondrinas comunes Hirundo rustica volando por encima de la lamina de agua.

Lúgano macho Carduelis spinus.
Pero fueron los estérnidos los que gozaron de toda mi atención. Había unos 14 charranes patinegros Thalasseus sandvicensis y un charrán común Sterna hirundo al que no pude fotografiar.

Charrán patinegro Thalasseus sandvicensis vigilando una posible presa.
Se lanzaban en picado a escasos metros de mi posición, pudiéndome deleitar con sus vuelos a muy poca distancia.
Las fotos son una verdadera pena, pues se puede apreciar claramente el ruido producido por estar la cámara configurada a ISO 400, de lo que no me di cuenta hasta verlas en el ordenador.
La familia Sternidae está compuesta por otras aves a parte de charranes, como pagazas, fumareles y tiñosas. Estos serían los parientes cercanos del charrán patinegro, englobado dentro del género Thalasseus (charranes crestados), habiendo sido diferenciado del género Sterna al que pertenece otro conocido de nuestras costas, el charrán común.
Charrán patinegro Thalasseus sandvicensis.
Pertenecientes al mismo orden que gaviotas, págalos, álcidos y limícolas (Charadriiformes), estas esbeltas aves marinas de cresta negra y largo pico gustan de criar en arenales e islas, siempre cerca de la costa donde se alimentan principalmente de peces, aunque también de invertebrados marinos.

Sus vuelos siempre van acompañados de estridentes reclamos.
En España su cría es poco común, siendo sus únicos núcleos el Delta del Ebro y l'Albufera de Valencia. Son dos poblaciones de asentamiento reciente, por lo que aún se encuentran en una situación vulnerable.

El año pasado pude comprobar el gran número de estos charranes que se encuentran en uno de los núcleos nombrados, l'Albufera de Valencia.
La subespecie que encontramos en la península es la nominal T. s. subsp. sandvicensis, la cual cría en toda Europa hasta el mar Caspio.
Siempre con el pico dirigido hacia abajo, me encanta ver las maniobras que realizan para pescar.

Charrán patinegro Thalasseus sandvicensis.
Charrán patinegro Thalasseus sandvicensis.
Charrán patinegro /  Txenada hankabeltz.
Sandwich tern Thalasseus sandvicensis.
En esta imagen me quedé a un segundo de sacarle engullendo un pez.
Para finalizar la visita quise observar a los mochuelos Athene noctua que andan por aquí, pero tampoco hubo suerte. No era mi día.
Lo que sí pude ver fueron una curruca zarcera Sylvia communis y mi primer milano negro Milvus migrans del año. Quizá me vuelva a acercar en unos días a estas marismas, no quiero perder la oportunidad de ver a un ave tan magnífica como el avetoro.

Orquídea macho Orchis mascula.

¡Hasta la próxima entrada!

lunes, 8 de abril de 2013

LA PRIMAVERA LLEGA A ERANDIO

La primavera llega, pero no es la meteorología la encargada de darme la noticia, sino el movimiento de mis queridos pajarillos.

Mito Aegithalos caudatus.
El día permaneció gris durante toda la mañana. Aún así, las aves estaban inquietas y alegres, la mayoría en parejas, y es que ya se sabe que la primavera la sangre altera.
Los primeros enamorados en aparecer, fueron dos cornejas negras Corvus corone que defendían su territorio árduamente frente a un busardo ratonero Buteo buteo. Las cornejas son raras aquí, aunque parece que esta pareja se está planteando criar en el lugar.
Petirrojos Erithacus rubecula, chochines Troglodytes troglodytes y ruiseñores bastardos Cettia cetti cantaban por cada rincón mientras una pareja de herrerillos comunes Cyanistes caeruleus se alimentaba en las falsas acacias Robinia pseudoacacia.

Herrerillo común Cyanistes caeruleus buscando larvas.

Herrerillo común Cyanistes caeruleus.
En los sauces cenicientos Salix atrocinerea los mosquiteros ibéricos Phylloscopus ibericus saciaban su hambre revoloteando en las inflorescencias. Ya en el interior del bosque, los zorzales comunes Turdus philomelos ponían la nota musical acompañados de todo un hervidero de reclamos y cantos.
Las lilas flores de la escila Scilla sp. cubrían el bosque y junto a las orillas del pequeño arroyo, las flores de las violetas Viola sp. añadian color entre el verde de los Carex pendula y Equisetum telmateia.
Semiescondido largo rato, conseguí fotografiar a una pareja de reyezuelos listados Regulus ignicapillus y de mitos Aegithalos caudatus, que me brindaron unas observaciones de lujo para dos especies a las que guardo gran cariño.

Posaron muy cerca, al principio una pareja, pero posteriormente se les unieron varios ejemplares más.

Reyezuelo listado Regulus ignicapillus.
Aún recuerdo la primera vez que vi en este rincón a estas dos paseriformes. Todavía no era consciente de que pájaros tan bonitos podrían vivir en el terreno de mi padre, por lo que la sorpresa fue mayúscula.

Mito Aegithalos caudatus.

Reyezuelo listado Regulus ignicapillus.

Reyezuelo listado Regulus ignicapillus.
Pese a que ahora estoy muy acostumbrado a verlos, me sigo emocionando como al principio.

Son preciosos cuando alzan ligeramente la anaranjada cresta.

En esta imagen parece haberme descubierto en mi escondite entre arbustos y troncos.
Tras las observaciones de un agateador común Certhia brachydactyla y varios carboneros comunes Parus major decidí salir del bosque hacia la pradera.

Agateador común Certhia brachydactyla.
En ella me llevé una gran alegría, pues volví a ver una especie que hacía 3 años que no pasaba por aquí: el colirrojo real Phoenicurus phoenicurus. Además, un precioso macho.

Hermoso macho de colirrojo real Phoenicurus phoenicurus encima de un arce campestre Acer campestre.
El vuelo de una paloma torcaz Columba palumbus desvió mi atención y posteriormente clavé el ocular del telescopio en una argoma Ulex sp. en la que compartían espacio una curruca capirotada macho Sylvia atricapilla y un zorzal común.
El colirrojo tizón Phoenicurus ochruros cantaba en lo alto de un árbol y el jilguero Carduelis carduelis encima de una arbusto.

Macho de colirrojo tizón Phoenicurus ochruros.

Jilguero Carduelis carduelis.
Verdecillos Serinus serinus y verderones comunes Carduelis chloris también se dejaban el aliento en pos de la reproducción, pero estos últimos no me permitieron fotografiarlos decentemente.
Por último, a orillas de la Ría de Asúa, pude observar ánades reales Anas platyrhynchos, una garza real Ardea cinerea y un cormorán grande Phalacrocorax carbo. La peor de las noticias la protagonizaron los pájaros carpinteros, pues ni los pico picapinos Dendrocopos major ni los picos menores Dendrocopos minor dieron señales de su presencia. Ojalá vuelvan a criar otro año más...

¡Hasta la próxima entrada!

viernes, 5 de abril de 2013

ANILLANDO EN URDAIBAI: TORCECUELLO, MARTÍN PESCADOR, PECHIAZUL Y OTRAS AVES

Llevábamos tiempo tratando de comenzar nuestra formación en el campo del anillamiento y fue en un voluntariado organizado en septiembre del año pasado por el Bird Center de Urdaibai donde vimos nuestra mejor oportunidad.

Éste es el paisaje que se puede observar desde el Bird Center.
Para dos amantes de las aves como nosotros, aprender a sexar y datar especies que en nuestras correrías pajariles sería imposible por las distancias, suponía una práctica realmente interesante.
El objetivo del voluntariado se centraba en colaborar principalmente en actividades de anillamiento relacionadas con dos proyectos en concreto. Uno de ellos, tenía como protagonista al ruiseñor pechiazul Luscinia svecica, de los que anillamos multitud de ejemplares.
En las siguientes imágenes apreciamos el alto dimorfismo sexual de esta especie, lo que hace fácil su sexado.

Ejemplar macho de pechiazul Luscinia svecica.

Ejemplar hembra de pechiazul Luscinia svecica.


En los ejemplares jóvenes encontraremos en las puntas de las coberteras grandes y primarias unas pintas de color anaranjado, de las que los adultos carecen.

Se pueden apreciar claramente las pintas anaranjadas que confirman la edad del ejemplar.
La subespecie más común fue la L. s. namnetum, menor en tamaño que otra de las subespecies que se suele capturar, L. s. cyanecula.
El segundo de los proyectos se centraba en la golondrina común Hirundo rustica, las cuales se capturaban por la noche y en el dormidero. En esta especie lo complicado es sexar, teniendo relación directa con la longitud de las rectrices exteriores que forman la horquilla característica de la cola. Teóricamente, existen unas medidas estándar que determinan que ejemplares con las R6 de cierto rango de longitud son machos, y ejemplares con un rango inferior, hembras.

Golondrina común Hirundo rustica.
A pesar de que las jornadas tuviesen como protagonistas a estas dos especies, fueron otras muchas las que tuvimos la oportunidad de observar de cerca para adquirir los conocimientos necesarios para su sexado y datado.
Los primeros en quedar atrapados en las redes fueron los carricerines comunes Acrocephalus schoenobaenus y los carriceros comunes Acrocephalus scirpaceus:

Carricero común Acrocephalus scirpaceus.
Para diferenciar jóvenes de adultos en aves del género Acrocephalus en la época post-nupcial, debemos fijarnos en la muda: si las rectrices y rémiges están desgastadas será un adulto, si son nuevas, un ejemplar juvenil.

Si nos fijamos, veremos que el carricero de la derecha posee las plumas de vuelo e incluso del cuerpo desgastadas (adulto), mientras que el de la izquierda presenta un plumaje nuevo, sin desgaste (juvenil).
Además, en las paseriformes pueden aparecer unas barras llamadas barras de crecimiento cuyo desarrollo es similar al de los anillos de los árboles. En épocas de escasez se forma dicha barra que será contínua en individuos jóvenes, pues sus plumas rectrices han crecido al mismo tiempo. Sin embargo, en los adultos será discontínua ya que han sufrido múltiples mudas y pérdidas que provocan que las rectrices hayan crecido en momentos diferentes.

Carricerín común Acrocephalus schoenobaenus.
Durante las dos semanas en las que estuvimos en Urdaibai, fueron unas cuantas las especies que pudimos tener en la mano, pero, sin duda, las que más ilusión nos hicieron fueron el martín pescador Alcedo atthis y el torcecuello Jynx torquilla.

Martín pescador Alcedo atthis.
Capturamos al mismo martín pescador dos días seguidos, un ejemplar joven, como pudimos comprobar por el color del pico y el tono general más apagado del color de sus rémiges.

Torcecuello euroasiático Jynx torquilla.
El torcecuello de la imagen resultó ser también un ejemplar juvenil, confirmado gracias al color grisáceo del iris, de color pardo-rojizo en los adultos.

Poder observar con detalle el críptico plumaje de esta especie es todo un lujo.

Observad el color grisáceo del ojo, pues es diagnóstico para su sexado.
Algo que suele llamar mucho la atención en ambas especies, aunque bastante más en el caso del torcecuello, son los movimientos que realizan con la cabeza cuando se sienten amenazados.
El torcecuello abre su cola en abanico, alza la cresta y comienza a contorsionar la cabeza hacia los lados, consiguiendo una lograda imitación de los movimientos de una serpiente, resultando más amenazador ante posibles enemigos.


En cambio, el martín pescador gira la cabeza lateralmente de un lado a otro. Movimiento curioso del que no tenía constancia en esta especie.
Además, pudimos comprobar lo relajados que se quedan los martines cuando se les coloca boca abajo.


Capturamos muchas más especies durante aquellas dos semanas, incluida alguna sorpresa... Pero para no alargarme mucho continuaré en próximas entradas.

¡Un saludo!

martes, 2 de abril de 2013

RECUPERANDO SENSACIONES EN SIERRA SALVADA

Tras largo tiempo inactivo, acudí junto a Jon a uno de nuestros "templos naturales": Sierra Salvada. Tenía muchas ganas de pisar monte después de tanto tiempo y la meteorología parecía acompañar a primeras horas de la mañana, aunque luego la lluvia torcería un poco nuestros planes.

Paisaje en la subida al Txarlazo.
En el primer piso de la subida, el quejigal, los mosquiteros ibéricos nos dieron la bienvenida acompañados por los trinos de petirrojos y mirlos comunes. También observamos las acrobacias de un pequeño grupo de golondrinas comunes, las primeras para nosotros.
El suelo del bosque estaba plagado por la flor de la Anemone hepatica (antes Hepatica nobilis), con sus colores violetas. Los Heléboros verdes Helleborus viridis, también abundaban tanto en el primer piso como en el resto de la subida.
A medida que fuimos ascendiendo, las hayas iban dominando poco a poco el paisaje, y pudimos disfrutar de una pareja de confiados trepadores azules Sitta europaea mientras escuchábamos el reclamo característico de un halcón peregrino en el roquedo que tan cerca teníamos. Poco después lo avistaríamos fugazmente.

Trepador azul Sitta europaea.

Un pajarillo que alegra cualquier salida, a pesar de ser habitual.
Un par de observaciones que nos devolvieron esa emoción tan especial que sentimos los observadores de naturaleza, tras tanto tiempo sin sentirla.
En el final del ascenso, los primeros buitres leonados y chovas piquirrojas se recortaban contra el nuboso cielo que presagiaba precipitaciones inminentes.

Chova piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocorax.
El viento arreciaba, frío e intenso, pero las vistas eran espectaculares.

Orduña vista desde el Txarlazo.
Recargamos energías con algo de comida y nos internamos en la sierra. El día era muy desapacible, llovía a ratos y el viento ocultaba los cantos de las aves, pero continuamos con nuestra andadura a pesar de las inclemencias meteorológicas.
Más adelante, en las ramas de los espinos albares Crataegus monogyna y endrinos Prunus spinosa encontramos diversos líquenes, algunos indicadores de la calidad del aire como Evernia prunastri y Usnea sp.

Evernia prunastri, a la derecha podemos distinguir el liquen Physcia sp., de color grisáceo.

Usnea sp.
En la roca caliza, busqué y encontré mi liquen favorito Bagliettoa marmorea, antes Verrucaria marmorea.

Bagliettoa marmorea.
Debido a que eran escasos los avistamientos de aves en los matorrales decidimos internarnos en el hayedo.

Hayedo de Sierra Salvada.
La lluvia se intensificaba por momentos, pero nuestras ganas de observar la vida del bosque eran las mismas. Una bella flor típica de esta época del año apareció a nuestros pies como un pequeño regalo, el diente de perro Erythronium dens-canis.

Diente de perro Erythronium dens-canis rodeado de hayucos.
Otras bellezas como los hongos Stereum insignitum o los líquenes Ramalina farinacea hicieron acto de presencia.

Stereum insignitum rodeado del liquen Ramalina farinacea.

Ramalina farinacea en haya Fagus sylvatica.
Un pico picapinos Dendrocopos major se movía de rama en rama en el hayedo mientras nosotros tratábamos de guarecernos bajo un haya con el tronco lo suficientemente curvado como para evitar que nos mojásemos, ya que no esperábamos lluvia y no íbamos preparados para no calarnos hasta los huesos.
Permanecimos un rato hasta que las precipitaciones se suavizaron, entonces aprovechamos el momento para salir del hayedo y poner rumbo hacia la ruta de descenso.

En esta imagen podemos ver los diferentes hábitats de la sierra. En primer lugar, arbustos bañados por las amarillas flores de los narcisos flanqueando el hayedo y, al fondo, machas de pinos silvestres.
De nuevo en la zona de matorral, nos deleitamos con el colorido que proporcionaban los narcisos Narcissus minor al paisaje.

Narcissus minor.
De repente la lluvia cesó, y nos dimos cuenta de que estábamos rodeados por multitud de pajarillos, sobre todo alondras totovías Lullula arborea.

En esta época del año el canto de las totovías puede escucharse en cada rincón de la sierra.
Un ejemplar macho de collalba gris Oenanthe oenanthe cantaba en la lejanía mientras un par de zorzales charlos Turdus viscivorus entonaban su preciosa canción tan característica de este lugar.


Las tarabillas comunes revoloteaban entre los acebos y los carboneros garrapinos también se dejaban escuchar en los pinos silvestres Pinus sylvestris en los que eran ya, los últimos compases de nuestra aventura, poco fructífera por la lluvia y el viento.

Tarabilla común macho Saxicola rubicola sobre acebo Ilex aquifolium.
Iniciamos el descenso con pena, mojados y con el equipo protegido en nuestras mochilas. Aún así, dejamos el lugar con la sensación de haber recuperado lo que la falta de tiempo nos había quitado, y es que no aguantábamos más sin poder disfrutar del campo y de sus siempre espectaculares habitantes.

¡Hasta la próxima entrada!

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