viernes, 30 de septiembre de 2011

EXPLORANDO EL NORTE ALAVÉS II

Nos despertamos entre arrullos de palomas torcaces (Columba palumbus), cantos de herrerillos comunes (Parus caeruleus) y los graznidos quejumbrosos de una corneja negra (Corvus corone).

Herrerillo común (Parus caeruleus).
Palomas torcaces (Columba palumbus).
Recogimos la tienda todo lo rápido que pudimos y empleamos varios minutos en estudiar los musgos de la zona, que en los hayedos son bastante diversos y abundantes. Distinguimos 3 tipos: Polytrichastrum formosum, Orthotrichum lyelli y otra especie del género Orthotrichum no identificada.

Polytrichastrum formosum.


Orthotrichum lyelli.
Esporangios del Polytrichastrum formosum.
Ciertas hayas habían sido habitadas por picos picapinos como demuestran los agujeros de sus troncos, aunque a mayor altura de la que estoy acostumbrado a ver.

Hayedo cercano a la Ermita, donde dormimos la noche anterior.
Nido de pico picapinos (Dendrocopos major) en roble común (Quercus robur).
De vez en cuando, algún milano negro (Milvus migrans) planeaba por encima de la cubierta vegetal de la foresta.

Milano negro (Milvus migrans) en Gibaja.
En los claros, las lavanderas blancas (Motacilla alba) rebuscaban entre las hierbas los suculentos invertebrados que necesitan para subsistir mientras nosotros inspeccionábamos las ramas en busca de los pequeños cárabos que observamos la noche anterior, pero no pudo ser. Probablemente, se refugiarían en un lugar más oculto y menos transitado para pasar el día, pues son más vulnerables cuando luce el sol.

Lavandera blanca (Motacilla alba).
Ya en la entrada a Jugatxi oímos el inconfundible reclamo de un trepador azul (Sitta europaea) que descendía del tronco de un fresno plagado de líquenes y musgos.

Trepador azul (Sitta europaea).
El cielo mostraba el brillante color azul  libre de nubes que mostró el pasado día, por lo tanto, el calor apretaría. No eran buenas noticias, ya que nuestro plan era visitar Santa María de Oro, un lugar de roca y rala vegetación, sin árboles que ofrezcan buena sombra.
Nos pusimos en marcha en cuanto terminamos de desayunar y en un cuarto de hora ya estabamos allí. Nada más bajarnos del coche observamos los primeros cuervos y buitres leonados. Tal vez podríamos toparnos con algún alimoche (Neophron percnopterus), ya que suelen ser vistos por la zona.
Lo primero que hicimos fue entrar en la Ermita de Oro para buscar excrementos de murciélago, que no tardaríamos en encontrar.

Excrementos de quiróptero.
Un helecho Asplenium trichomanes se hizo un hueco en la roca de las paredes, al igual que un opilión, que seguramente tendría su guarida en alguna grieta de la Ermita.

Asplenium trichomanes.
Al salir al exterior de nuevo, vimos una lagartija ibérica (Podarcis hispanica) preciosa, de un color blanquecino muy bonito y a la que sorprendimos cazando un ortóptero.

Lagartija ibérica (Podarcis hispanica).
 Precisamente, al fijarnos detenidamente en la roca caliza descubrimos una ninfa de saltamontes de alas rojas (Calliptamus sp.), sobre un lecho del liquen Xanthoria calcicola.

Calliptamus sp..
Al dar unos cuantos pasos para llegar a los hermosísimos cardos azules (Eryngium bourgatii) un destello azul salió disparado a nuestros pies, era un saltamontes de alas azules Oedipoda coerulea.

Cardo azul (Eryngium bourgatii).
Cardo azul (Eryngium bourgatii) y abejorro (Bombus pascuorum).
Saltamontes de alas azules (Oedipoda coerulea).
Un gran número de cardos corredores (Eryngium campestre) invadían las escasas zonas herbosas del lugar mientras en las zonas rocosas se encontraba una buena cantidad de Teucrium pyrenaicum.

Cardo corredor (Eryngium campestre).
Teucrium pyrenaicum.
Otra lagartija ibérica se abrió paso ante nosotros. Su dibujo (muy diferente del de la primera lagartija) nos enseñó el enorme polimorfismo existente en esta especie.

Lagartija ibérica (Podarcis hispanica).
También se dejaban ver las lagartijas roqueras (Podarcis muralis), más habituales que las ibéricas y que podemos encontrar en cualquier lugar.

Lagartija roquera (Podarcis muralis).
Hallamos dos especies de uno de los géneros botánicos que más me gustan: Sedum sediforme y Sedum album.

Sedum sediforme.
Sedum album.
Los líquenes cubrían la blanca roca, algunos ya conocidos para mí, como Caloplaca aurantia, Aspicilia calcarea y Xanthoria calcicola.

Aspicilia calcarea (liquen blanco) y Xanthoria calcicola (liquen naranja).
Otros totalmente desconocidos, como Cladonia convoluta, Placyntium nigrum y una especie sin identificar.

Cladonia convoluta rodeado de musgo negro.
Placynthium nigrum.
Precioso liquen no identificado.
Por último,otro desconocido del género Verrucaria, que ya conocía por el precioso y rosado liquen Verrucaria marmorea.

Verrucaria sp..
Verrucaria marmorea fotografiado en Sierra Salvada.
Los chillidos de una pareja de cernícalos (Falco tinnunculus) rompían el silencio existente en el lugar. En algunas esquinas de las erosionadas rocas crecía la Sanguisorba sp., una pequeña planta de la que sólo pudimos disfrutar de sus hojas, ya que aún no había florecido.
Nos topamos con una solitaria hembra de aladierno (Rhamnus alaternus), que resaltaba por encima del resto de pequeñas plantas presentes en la ladera en la que nos encontrabamos.

Aladierno (Rhamnus alaternus).
Desde el alto de Oro se podían observar la cumbre del Gorbea y el impresionante cortado rocoso de Sierra Salvada. Sin duda, unas vistas espectaculares.
Rodeados de tranquilidad, aunque con pocas observaciones de aves en nuestro haber, permanecimos largo rato hasta que el sol comenzó a caer en el horizonte tiñendo el cielo de tonos anaranjados. En ese instante, decidimos regresar a Murguia, dejar el coche en el pueblo y subir a Jugatxi para dormir junto a la Ermita, cosa que no pudimos hacer la noche anterior.

Ermita de Jugatxi.

Eran ya las 00:00 horas, la luz de la luna entraba suavemente a través de la tela de la tienda. Jon y yo conversábamos animosamente metidos en nuestros sacos, pues fuera hacía bastante fresco. Tras una hora de charla cerramos los ojos y nos despedimos de la noche en Jugatxi, pero la aventura no terminaría aquí.
A una hora intempestiva, no recuerdo cuál, cuando la luz de la mañana se dejaba ver sinuosamente, casi sin poder percibirla, comenzó a llover. Salimos corriendo (todavía aturdidos ya que no nos habíamos despertado del todo) y recogimos la tienda velozmente, antes que la lluvia la empapara, puesto que no era impermeable y además era prestada.
Nos refugiamos en el pórtico de la Ermita, esperando a que amainara para bajar al coche e irnos. Durante la espera, recuerdo grandes murciélagos volando a nuestro alrededor, entre los robles y las hayas, y a los cárabos cantando cerca. Un recuerdo bonito, dentro de una situación que en aquel momento no nos hizo mucha gracia. 
Las páginas web de meteorología que consultamos previamente a encaminarnos en esta odisea, no predijeron precipitaciones en esta parte de Álava, pero fue una de esas experiencias que acabas contando un buen día a tus hijos y rememoras con especial cariño.

Endika

martes, 27 de septiembre de 2011

EXPLORANDO EL NORTE ALAVÉS I

Hacía tiempo que Jon y yo pensamos en viajar a Murguia. Teníamos planeado pasar 2 noches en algún monte cercano a dicho pueblo con la idea de tener tiempo para explorar diversas zonas en busca de aves, tanto diurnas como nocturnas. Partimos la mañana del 17 de Julio.
Nada más llegar, aviones, golondrinas y vencejos sobrevolaban el pueblo, mientras los estorninos negros (Sturnus unicolor) cantaban en los tejados.

Estornino negro (Sturnus unicolor).
Caminabamos hacia Bitoriano con la intención de investigar los prados y bosquetes que se hallan al Sur de Murguia. En los árboles que se encontraban junto a la carretera divisamos una hembra de camachuelo (Pyrrhula pyrrhula) y un par de mosquiteros musicales que no paraban de reclamar y de moverse inquietos, como suele ser habitual en ellos.

Mosquitero musical (Phylloscopus trochilus) fotografiado en Txoriherri.
Las tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) arrullaban encima de postes, cables y edificios. Omnipresentes e introducidas, parece que esta especie de colúmbido le está comiendo terreno a nuestra espectacular tórtola europea (Streptopelia turtur).

Tórtola turca (Streptopelia decaocto).
Una hembra de colirrojo tizón alimentaba a su hambriento polluelo que píaba sin cesar tratando de llamar su atención, para que le procurase la tan necesaria comida.

Colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros).
Al entrar en un pequeñísimo robledal de Quercus robur, una pareja de arrendajos (Garrulus glandarius) nos sorprendió por su cercanía. Saltaban tranquilamente de rama en rama, sin reparar en nuestra presencia e incluso tuvieron la osadía de bajar al suelo ignorándonos casi por completo. Finalmente, avanzamos y como nos estaban cerrando el paso, se asustaron ante nuestro acercamiento.

Arrendajo (Garrulus glandarius) asomando de un roble (Quercus robur).
Encontramos abundante Daboecia cantabrica en el claro que se abría tras el bosquete y algún ejemplar, no excesivamente grande, de arce campestre (Acer campestre).

Arce campestre (Acer campestre).
Un abejorro Bombus pascuorum revoloteaba en las flores de un jardín, y nos detuvimos un momento para observar y apreciar la belleza del momento y de la mezcla de colores naranjas y violetas con que bañaban nuestros ojos.

Bombus pascuorum.
Una de mis plantas pratenses favoritas hizo acto de presencia, la Fumaria officinalis. Común, pero hermosa a pesar de ello. El epíteto officinalis nos dice que esta planta fue (y tal vez sea) utilizada en el ámbito medicinal, al igual que otras especies como Taraxacum officinale, Lavandula officinalis...

Fumaria officinalis.
Poco a poco los bosquetes iban dando paso a los prados, excepto por unos chopos (Populus nigra) que albergaban una especie ornítica bastante interesante, el torcecuello (Jynx torquilla). Pariente cercano de nuestros carismáticos pájaros carpinteros que, a pesar de no tener similitudes aparentes, realmente las tienen. Como la posición de los dedos (dos hacia adelante y dos hacia atrás), la nidificación cavernícola, etc. Aunque en el caso de nuestro amigo torcecuello, no es él el encargado de la construcción de las oquedades, sino sus primos los picos picapinos.
Algo que siempre me ha llamado la atención de esta ave (a parte de sus contorsiones a la que debe su nombre) es su mimético plumaje, que nada tiene que ver con los vivos colores que lucen otros pícidos como el pito real, el picamaderos negro o los propios picos.

Torcecuello (Jynx torquilla) fotografiado en Bolue.
El abundante cardo Dipsacus fullonum crecía alto junto a la carretera y las campas se hacían más abundantes.
Un bisbita arbóreo (Anthus trivialis) saltaba de poste en poste inquietado por nuestro contínuo avance hasta que decidió pararse, consintiéndole a un servidor realizar una serie de fotos cercanas, aunque a contraluz.
La luz del sol y el calor molestaban por momentos pero avistamientos como el de un macho de alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio) permitían olvidarnos de las inclemencias meteorológicas.

Bisbita arbóreo (Anthus trivialis).
Las tarabillas comunes también rondaban por doquier allí donde hubiese zarzas o arbustos.

Tarabilla común (Saxicola torquata) acechando a un insecto.
El vuelo pausado del carroñero rey, el buitre leonado (Gyps fulvus), nos recordó que de vez en cuando debíamos otear las alturas en busca de alguna rapaz. No obstante, mirar al suelo también tenía su recompensa, como las bellas flores del Centhaurium sp. o las claras huellas de un tejón (Meles meles).

Centaurium sp..
Huella de tejón (Meles meles).
En las cunetas aparecían ahora plantas típicas como Senecio aquaticus, Lythrum salicaria y diversos cardos, los cuales siempre son un buen lugar para observar lepidópteros, en este caso un precioso hesperino, Ochlodes venata.

Senecio aquaticus.
Ochlodes venata.
No tuvimos demasiada suerte en la campiña, así que decidimos adentrarnos nuevamente en los bosquetes. Las magníficas euforbias (Euphorbia sp.) eran sobrevoladas por una de las mariposas más fáciles de ver, Maniola jurtina.

Euphorbia sp..
Maniola jurtina.
Entre robles, fresnos (Fraxinus excelsior) y otros árboles típicos de estas latitudes nos topamos con una pequeña plantación de abeto de Douglas (Pseudotsuga menziesii) y algún pino silvestre (Pinus sylvestris), donde oímos y vimos al herrerillo capuchino (Parus cristatus), el más tímido de todos los páridos. Observando a este bello pájaro nos dispusimos a comer.

Herrerillo capuchino (Parus cristatus).
A parte de los mencionados árboles estabamos rodeados por una legión de la planta Eupatorium cannabinum.

Eupatorium cannabinum.
Dimos buena cuenta de nuestros bocadillos y proseguimos con la marcha. En las estacas pudimos admirar un juego de colores bastante habitual en los bosques: el naranja del liquen Xanthoria parietina y el gris-blanquecino del liquen Physcia sp.. No sé que tipo de relación existe entre éllos pero casi siempre aparecen juntos.

Xanthoria parietina y Physcia sp..
Entre el arbolado, en un posible claro que se encontraba fuera del alcance de nuestra vista, escuchamos un chillido agudo que, en un principio nos llenó de dudas, pero que tras una par de minutos pudimos constatar que era de un busardo ratonero joven (Buteo buteo).

Busardo ratonero joven (Buteo buteo).
Una serie de especies botánicas comenzaban a aumentar su número, como los polipodios (Polypodium vulgare), cardos corredores (Eryngium campestre) y margaritas mayores (Leucanthemum vulgare).

Polypodium vulgare.
Margarita mayor (Leucanthemum vulgare).
Anduvimos un buen rato entre frondosas en busca de aves a las que solo pudimos oír, como los agateadores comunes, currucas capirotadas y diversos páridos. El calor apretaba, pero no lo suficiente como para detenernos. Volví a centrarme en la vegetación y encontré tomillo sanjuanero (Thymus serpyllum), Dianthus sp. y el siempre presente Rumex sp.. Los caballitos del diablo como el Calopteryx virgo volaron a nuestro alrededor durante la caminata por el bosque, amenizando la jornada con su colorido metálico. Una chinche Carpocoris pudicus subía costosamente por el cardo Galactites tomentosa.

Rumex sp..
Calopteryx virgo hembra.
Carpocoris pudicus.
Momentos después, el acróbatico vuelo de dos milanos negros (Milvus migrans) abarcó toda nuestra atención, realizando los picados y piruetas que tantas veces podemos ver en nuestros campos.

Milano negro (Milvus migrans).
Ya eran las 19:00 de la tarde e iniciamos la búsqueda de un buen lugar en el que cenar y dormir. Teníamos pensado ir a Jugatxi, así que pusimos rumbo a dicho lugar no sin cierto cansancio en el cuerpo.
Al inicio de la senda, ya se podían ver algunos robles melojos (Quercus pyrenaica), acompañados de pinos silvestres, abetos de Douglas, acebos (Ilex aquifolium) y espinos albares (Crataegus monogyna). Es un monte pequeño, pero muy bonito.
Por el camino encontramos multitud de líquenes como Evernia prunastri, alcanzando éstos los picos de densidad más altos en los melojos trasmochos y las hayas con las que nos topamos en la parte más alta de la fronda.

Evernia prunastri.
Dedicamos un tiempo a la búsqueda y fotografía de hongos y líquenes, encontrando de los primeros especies propias de hayedos como Ganoderma applanatum, Pleurotus ostreatus, Phellinus sp. y Stereum sp..

Hongo yesquero (Ganoderma applanatum).
Champiñón ostra (Pleurotus ostreatus).
Phellinus sp..
Stereum sp. en haya caída.
En cuanto a los líquenes, dimos con un puñado de especies tales como: Pertusaria sp., Xanthoria parietina, Physcia aipolia, Lobaria pulmonaria, Parmelia sulcata y Lecanora sp..

2 especies del género Pertusaria.
Physcia aipolia.
Lobaria pulmonaria.
Uno de mis líquenes favoritos pero que aún no he logrado identificar.
En los claros, encontramos tres especies de brezos acompañados por Ulex europaeus: Erica cinerea, Erica vagans y Daboecia cantabrica.

Brezo ceniciento (Erica cinerea).
Descansamos un rato junto a la Ermita, nos sentamos, repusimos nuestra energía con frutos secos y escudriñamos el interior del tronco muerto de un haya (Fagus sylvatica) en pos de encontrar al maravilloso coleóptero Rosalia alpina, actualmente protegido. Evidentemente, no hubo suerte, pues no debe ser fácil verlo, en cambio, dimos con una especie de hongo bastante extraño: Valsa sordida.

Valsa sordida en tronco de haya caída.
Empezaba a anochecer, y los alrededores de la ermita comenzaron a llenarse de escolares que probablemente pasarían la noche allí, por lo que nos vimos obligados a buscar otro lugar en el que pernoctar, si queríamos tranquilidad para escuchar aves nocturnas. Regresamos a una de las zonas del hayedo que nos pareció tranquila, y en un extremo, escondidos de las miradas curiosas, colocamos la tienda.
La luna llena brillaba, reflejando su luz en la hojarasca, creando un halo hipnótico a nuestro alrededor.
Los chotacabras grises (Caprimulgus europaeus) volaban y cantaban muy cerca de nosotros pero no escuchábamos ningún cárabo (Strix aluco), por lo que decidimos ir en su busca. Recorrimos el monte hasta la entrada a Jugatxi y un sonido nos sorprendió entre el follaje. Nos internamos por un camino que viraba hacia la derecha y allí, oímos el sonido más próximo. Estaba claro que era un ave, tal vez un cárabo, sin embargo, nunca había escuchado ese reclamo. Encendimos las linternas, vigilamos las ramas bajas y dimos con él. Un precioso cárabo volantón, que todavía no había mudado por completo el plumón. Al final, resultaron ser tres jovenzuelos, aunque sólo pudimos ver a uno.
Tras permanecer un par de minutos disfrutando de uno de los fantasmas del bosque, dimos media vuelta y dejamos tranquilas a las pequeñas rapaces nocturnas, ya que los padres no andarían muy lejos y es de sobra conocida la agresividad de los cárabos del género Strix cuando se molesta a sus crías.
Entre el incesante "ronroneo" de los chotacabras europeos entramos en la tienda e iniciamos el viaje al mundo de los sueños, si bien fuimos sobresaltados en varias ocasiones por el movimiento de los roedores. Una de las ocasiones decidí salir a pillar a uno "in fraganti" y logré verlo, linterna en mano, pero vagamente. A pesar de todo, creo que no me equivocaría si afirmase que era un ratón de campo (Apodemus sylvaticus).
Posteriormente, logramos un sueño profundo del que no nos despojaríamos hasta las 8:30 del día siguiente.

Continuará en EXPLORANDO EL NORTE ALAVÉS ( II ).

Endika

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